miércoles, 6 de octubre de 2010

Brasil...

La escalada era esa mochila que llevaba a mis espaldas cuando entré por las calles de Salvador en pleno carnaval. 40 grados a la sombra y un gentío como nunca había visto antes llenando las calles de samba. Un par de días en la capital fueron suficientes para entender que los misterios de la ciudad más africana de Brasil no son tan seductores como el territorio inhospito del interior.


Rumbo a la Chapada Diamantina, un paraiso de piedras prehistoricas, rios y selva salvajes.

Caer en el centro de un lugar absolutamente nuevo, ajeno a las visitas de esponsores internacionales, con sus recién nacidos hábitos de escalada particulares, apuntaba a ser un gran reto. No era una cómoda rutina de visita al gimnasio, o un proyecto en aquella escuela del que podríamos recitar los pasos al revés, o lo que alejaba aquella chapa.

Parece que se perdió muy a lo lejos aquella vía que observabámos secando nuestras manos en el pantalón que tenía la extraña propiedad de hacernos sentir una corriente de aire frio hasta las tripas. Tantas vías hemos tachado desde entonces que olvidamos que mientras la escalamos nos sentímos plenos. ¿No tenemos que perseguirnos a nosotros mismos para encontrarnos escalando en aquellos recónditos lugares de ese mundo que hemos soñado? Exactamente en ese rincón de mis sueños estaba yo, un extraño en medio de una roca, situada en un pais tan grande tan grande que ni siquiera te lo consigo explicar abriendo todo cuanto puedo mis brazos.

La escalada ya no era esa mochila que llevaba a la espalda, ya no me pesaba, ahora la escalada es esa cosa que me impulsa a tener nuevas sensaciones, a viajar, reinventar mi vida y como no: a volar...!!!!!!

Buena suerte y un abrazo amigos



Iván

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